Juana de Asbaje: «La Décima Musa»

Por: Francisco de Alcalá

Para mi pequeño lirio, porque sus palabras lleguen tan lejos como las de Juana de Asbaje.

Génesis.

Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana nació entre los años de 1648 y 1651 en San Miguel Nepantla (hoy Estado de México), tercera hija del Capitán Pedro Manuel de Asbaje y Vargas e Isabel Ramírez. Sus primeros años los vivió en la hacienda de Panoayan, la cual pertenecía a su abuelo paterno; en este lugar la pequeña Juana Inés empezó a demostrar sus grandes aptitudes lingüísticas, pues a los 3 años ya sabía leer y escribir, a los 8 años escribió su primera loa eucarística, y aprendió náhuatl por la relación que tenía con los sirvientes indígenas de la hacienda de su abuelo. Su acelerado aprendizaje se debe, en gran medida, a la biblioteca de su abuelo donde, a escondidas de su padre, se pasaba horas leyendo; es en este lugar donde Sor Juana se cortaba el pelo a modo de protesta cuando no aprendía de manera correcta algún tema, pues pensaba: “Sucedía así que él crecía y yo no sabía lo propuesto, porque el pelo crecía aprisa y yo aprendía despacio, y con efecto le cortaba en pena de la rudeza: que no me parecía razón que estuviese vestida de cabellos cabeza que estaba tan desnuda de noticias, que era más apetecible adorno”; algo que en la época de Sor Juana, donde el estándar de belleza era tener el cabello largo, se traduce sin duda alguna como un acto de rebeldía.

El traslado a la capital.

En el año de 1659 su familia se mudó a la capital de la entonces Nueva España,  aquí se dice que Sor Juana ¡aprendió Latín en tan sólo 20 lecciones!. Con la corta  edad de 14 años fue parte de la corte del Virrey Sebastián de Toledo, como dama de honor de la Virreina Leonor de Carreto; en esta etapa de su vida Sor Juana ya era bastante conocida por su gran inteligencia, pues el virrey traía a profesores de la Universidad de México, sabios locales, e incluso profesores de España para que le hicieran preguntas a Sor Juana, las cuales, siempre eran respondidas con gran fluidez y claridad.

Ingreso al Convento.

Al crecer su fama Juana Inés de Asbaje  empezó a tener muchos pretendientes, no solo por su inteligencia, sino también como resultado de su belleza; sin embargo, la joven Juana Inés hizo caso omiso a sus admiradores, pues no le llamaba la atención frenar su constante búsqueda de conocimiento por la típica vida casera de la época. De esta forma Juana Inés entro al Convento “Las Carmelitas” en 1667, pero solo aguantó algunos meses; varios autores debaten si fue por problemas de salud o por la rigurosa vida en el convento.

Tras pasar otros 2 años en la corte, Juana Inés finalmente entró a la Orden de San Jerónimo, realizando en este lugar sus votos perpetuos. Para estos momentos, la celda de Sor Juana Inés era ya el centro del conocimiento Novohispano, pues si querías hablar de cualquier tema, Sor Juana Inés era la persona ideal, ya que en su aposento contaba con 4000 libros, resaltando los de literatura, filosofía, arte y música. En este mismo lugar fue en donde Sor Juana Inés compuso villancicos, escribió sus icónicos poemas, redondillas, cartas, obras de teatro e incluso, recreó experimentos científicos. Diversos autores coinciden en señalar que la poetisa Juana Inés tenía un estilo de escritura muy versátil, pues abrazaba el romanticismo y la comedia con la misma grandilocuencia.

Una mujer excepcional que defendía a las mujeres.

Sor Juana siempre manifestó su descontento por la discriminación hacia las mujeres,  su disgusto lo plasmó a través de sus obras, como puede apreciarse en la redondilla “Hombres Necios”; este tipo de comportamientos, considerados profanos, alarmaron al obispo de Puebla, quien con el seudónimo de Sor Filotea de la Cruz, escribió a través de los periódicos diversas críticas hacia Sor Juana, quien con su gran intelecto y estilo de escritura irreverente, contestó en su obra “La Respuesta a Sor Filotea de la Cruz”, uno de sus mayores logros lingüísticos, pues expone su mortificación a la falta de  educación de las mujeres, escrito que nos permite adentrarnos en su vida, e incluso, en la psique de esta extraordinaria literata.

“La Décima Musa” regresa al Monte Helicón.

Lamentablemente, después de dicho escrito, Sor Juana se vio obligada a vender sus 4000 libros y donar todas sus pertenencias a la caridad, rectificando con ello sus votos en 1694, y dejando a un lado su vida literaria. Un año después, en 1695 Sor Juana Inés de la Cruz, mientras atendía a los enfermos de tifus, por la epidemia que en esos momentos azotaba a México, falleció al contraer la enfermedad; siendo sepultada debajo del coro de la Iglesia de San Jerónimo, donde actualmente se ubica la Universidad del Claustro de Sor Juana.

Aunque han pasado ya 325 años desde el fallecimiento de la excelsa literata, su legado se mantiene. Todas las obras de Sor Juana Inés de la Cruz fueron la base de las obras de los siglos siguientes, siendo ella una de las máximas exponentes de la poesía barroca, y pionera en la lucha por el derecho a la educación de las mujeres, y de quien, sin duda alguna, tenemos mucho que seguir aprendiendo, pues como ella dijo: “No estudio por saber más, sino por  ignorar menos”.